Mariana de 15 años, solitaria, de bajos recursos,gustaba
de leer una y otra vez el libro “El rey de los atunes” de Hernán del Solar, así
mismo, su mejor amigo era un atún que la acompañaba a todas partes sobre su
hombro, llegó a su vida a través de la taza del baño y desde entonces son
inseparables.
Él le insiste que quiere enseñarle el mar donde
existe un lugar secreto donde el miedo y las lágrimas no existen, pero ella no
está segura,
Hernán (es como se llama el pez), es que me da miedo
el fuerte oleaje, no sé nadar.
Tranquila le responde tomándose de su oreja con una
aleta, yo te cuido.
Al llegar a la orilla de la playa, en las rocas,
dónde las olas rompen con mayor fuerza, Hernán se lanzó al agua, al instante
una transparente y brillante ola, tan bella como el cristal, se congeló,
dejando ver un túnel perfecto que se adentraba en el mar.
Mariana estaba más que asombrada y muda por tal
espectáculo maravilloso, Hernán se vuelve a subir a su hombro y le dice: vamos,
que esperas, entremos.
Habían avanzado mucho y ella mira hacia atrás, las
gaviotas vuelan, graznan, se vuelve y continúa, en la pared de la ola congelada
se ven otros peces que nadan, cangrejos, algas como árboles.
Mientras caminan Hernán le dice: ves esa gran planta
que tenemos enfrente y parece una hortensia?
Si, responde
Debes comer de ella para sobrevivir.
¿Sobrevivir? Responde asustada
Hazlo rápido insiste el pez.
Mariana mira hacia atrás y ve como la ola en forma
de túnel comienza a cerrarse detrás de ellos, come lo más veloz que puede,
apenas mastica, tragando grandes trozos de la planta, siente que se le hincha
la garganta,
Hernán, parece que soy alérgica, me estoy ahogando
No terminaba de decir estas palabras cuando la ola
terminó por cerrarse sobre ella, la sacudía como si fuera una muñeca de trapo,
su cuerpo se revolvía entre la espuma, las burbujas, la arena, tragando grandes
cantidades de agua. Finalmente sentía que flotaba e iba cayendo más y más hasta
llegar al fondo, ahí estaba meciéndose al ritmo de las corrientes como dormida,
al abrir los ojos ve con claridad y los ojos no le molestan, a su alrededor hay
muchas de esas plantas que Hernán le dijo que comiera y pensó: Pobre, que habrá
sido de él en esta tragedia. De entre las plantas había una figura humana que
la observaba, él se le acercó nadando muy rápido, tenía aletas en vez de
piernas, era muy bello.
Mariana soy yo, Hernán, El Rey de los Atunes, ella
nadó dichosa hacia sus brazos, también tenía aletas.