Por Danilo Sánchez Lihón - INLEC
Juanmunoz .
Artículo 1
El niño tiene derecho a no ingresar a un salón de clases si este no está debidamente pintado y decorado con extraordinaria hermosura: las paredes luciendo láminas que recreen diversos pasajes de las artes y ciencias, que cuelguen de los techos móviles, en las ventanas figuren arlequines, argonautas, silfos en la actitud de lanzarse al espacio sideral. Cada aula ha de ser una torre, un velamen, un submarino, una nave espacial.
Artículo 2
Tiene derecho a pedirle a su maestro que le brillen los ojos, que su mirada se ilumine de entusiasmo, que sonría incluso frente a las adversidades; que estire los brazos hacia lo alto y haga vivas a la vida, que moje sus pies en la lluvia, que nade en el río o el mar frente a sus pupilos, que sea héroe en todo, que salte y al saltar toque con sus manos las estrellas.
Artículo 3
Tiene derecho a elegir a su profesor de acuerdo a un currículo mínimo, donde conste que, al igual que él, a) desaprobó en matemática y gramática, b) fue expulsado de clases, c) escribió cartas furtivas a su compañera de ojos almendrados, d) falló un penal en un partido decisivo, e) se aficionó a un libro y a partir de allí todo cambió.
Artículo 4
Tiene derecho a empinarse hasta su pecho, recostar su oído y escuchar el pálpito, el ritmo y el compás del corazón de su maestro quien –así como le impone ideas de su cabeza que tiene que aprender– ha de oírle y sentirle cómo late y por se encaminan el corazón de su querido profesor.
Artículo 5
Tiene derecho a pedirle que hable de su tierra natal, de sus padres, hermanos y abuelos; que cuente de sus amores adolescentes. Que –así como lo conoce despierto– pueda verlo dormido, para auscultarle los sueños, palparle los rasgos del semblante y ver si es un hombre bueno, y en su frente contiene las visiones, utopías y ganas de cambiar el mundo.
Artículo 6
Tiene derecho a que su profesor posea un repertorio inagotable de cuentos de humor, de horror, de fantasía; y muchas historias de amor. Que sea un eximio narrador de cuentos; y nunca se deje atrapar por la vieja “rutina” que suele deambular por las aulas.
Artículo 7
Tiene derecho a que su profesor se quede mirando largo tiempo la vida que discurre pletórica al otro lado de la ventana. Y cada vez que se atreviera a decir que el mundo de antes era mejor que el de ahora se quede sancionado de espaldas y mirando la pared inerte.
Artículo 8
Tiene derecho a que su profesor se pelee con alguien porque cree en su alumno; diciendo que llegará muy alto y muy lejos, que se merece todos los veintes del universo sólo que es mejor disimular a fin de que la vida vaya mostrándonos poco a poco sus gratas sorpresas.
Artículo 9
Tiene derecho a que el Calendario Cívico celebre el día del abrazo, de la mirada, de la muñeca, del espantapájaros, de la golosina, de la bicicleta, de las olas del mar, del viento de las montañas; que su maestro sea malabarista, titiritero, cómico ambulante, prestidigitador y hasta payaso a fin de matar las tardes de tedio.
Artículo 10
Tiene derecho a que su profesor sepa imitar el canto de las aves; que diga: “Vamos al bosque a conocer los animales y no vamos a conocer los animales del bosque”. Que enseñe de felinos, de peces, de orugas, de prados verdecidos y cataratas de espanto. Que sepa tocar charango, volar cometas, fabricar helados.
Artículo 11
El niño tiene derecho a abrazarse de su profesor, si se le viene en gana; a dormir en su casa, con la colaboración de su esposa e hijos que le cursen una invitación, a fin de saber cómo vive y quererlo más; que él lo cargue en sus hombros y se duerma en sus brazos.
Artículo 12
Tiene derecho a que nunca le diga que el trabajo de su compañero es mejor que el suyo; que el antipático del salón –que no juega sino estudia– es el único que tiene porvenir y los otros no. Que nadie driblea mejor que el otro la pelota. Que todos tienen derecho a meter goles.
Artículo 13
Tiene derecho a que no se sancione a ningún niño por hacer caricaturas del profesor ni por realizar imitaciones ni por hacerle remedos ni mucho menos por ponerle apodos. Al contrario, se hará un concurso y premiará la mejor caricatura, el mejor remedo y el mejor apodo que se le haya puesto, todo ello en una muestra de participación múltiple, plural y creadora.
Artículo 14
Tiene derecho a que si quieren jugar con el profesor éste deponga todo; a pedir que el profesor junto al niño se den uno o más volantines, se paren de cabeza, se miren a los ojos y rompan en carcajadas.
Artículo 15
El niño tiene derecho a que el profesor mucho más que contestaciones a las preguntas tenga dilemas sin respuestas conocidas. Que el profesor confíe en descubrir junto al niño la solución al enigma de la vida. Que el profesor cancele un examen si el niño manifiesta que está escuchando el trino del gorrión en el tejado.
Artículo 16
Tiene derecho a que su profesor sea su cómplice; a confiar en él; a que guarde sus secretos. Que, si se da el caso, su profesor camine mil leguas a fin de solucionar un problema que el niño ha confiado resolver.
Artículo 17
Tiene derecho que del vocabulario del profesor queden eliminadas palabras como: obligatorio, normas, conducta, castigo, institución educativa. En cambio, serán palabras habituales en su boca: campiña, arco iris, naranjas, manantial, espiga, azúcar, ¡amor!
Artículo 18
Tiene derecho a que su profesor jure –y que se vaya al infierno si perjura– que tiene la más férrea e inconmovible esperanza de que todo saldrá bien; que cumpliremos con hacer el país digno y glorioso que el destino nos tiene asignado construir.
Artículo 19
Si el profesor persiste en tomar un examen el niño tiene derecho a ilusionarse que le va a caer una teja en la cabeza, pisar la cáscara de un plátano y romperse la columna vertebral, recibir un portazo y saltársele los dientes.
Artículo 20
El niño tiene derecho a que no se demore un solo minuto en sonar la campana para irse a casa.
Por Danilo Sánchez Lihón - INLEC
danilosanchezlihon.blogspot.com
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