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POEMA INGRID ODGERS

POESÍA

Hay que enseñar a sentir la poesía, de nada sirve leerla por obligación. Y sólo puede enseñar a sentir la poesía quien sabe sentirla, es decir un poeta, alguien que hace un esfuerzo hacia la poesía, alguien que sabe respetar al lenguaje. Entonces sólo puede enseñar a sentir la poesía quien respeta el silencio.

lunes, 27 de octubre de 2014

Presentación de Novela De tu sangre cautiva de Ingrid Odgers por el escritor y poeta ALEXIS FIGUEROA






De tu sangre cautiva es una historia sentimental. Trata fundamentalmente de la amistad, el amor y la desesperación. Mas, no de una desesperación épica ni tampoco arquetípica,  sino un cotidiana, en sordina. Una más cercana a las reflexiones  existencialistas  presentadas en  el marco de la urbanidad y  situadas  por los personajes, contra el fondo de una ciudad.  Que tiene una seña precisa, un   nombre claro y distinto: Concepción.  Contra este fondo, el texto, avanza  en su  historia, brindado un tiempo pausado,  con algo de agobio (sostener  estos rasgos como parte del  -valga el término-  “alma penquista” casi le costó el puesto académico a Jaime Giordano hace ya bastantes años atrás):   una nostalgia  fatalista y estoica que pareciera ser la característica del habitante de esta ciudad. Recuerdo en esto otras producciones: “La espera” de Jaime Riveros, editada  allá por el 89,  “Clima de optimismo”,   novela del  1974, de Erich Rosenrauch,  “Incidente en el Bíobio” de  David Avello, publicado en  el 89 y “Contra la Ternura” de Roberto Henríquez en el 89. Y hay más. Que no se crea que no tengamos nuestra  -Andrés Gallardo y Daniel Belmar mediante- tradición de novelistas  acá en la región. Y muchas de ellas comparten  una constitución similar: son novelas reflexivas antes que voluntariosas,  reconcentradas antes que vitalistas, silenciosas antes que vociferantes. Son novelas en que  se presiente la lluvia, el viento,  el cielo de nubes oscuras, el agua,  el paisaje del sur.   En el caso de Ingrid,  el paisaje, más que un  paisaje, es un personaje que se manifiesta como sustrato de una crónica urbana. Y en ésta  se presiente, y -aún más- aparece como quien dijese en su día a día,  la vida de nuestra ciudad.  Calles, nombres, lugares, situaciones, que van enmarcando esta  geografía, enlazada por otra geografía: la de un corazón. Y entre ambas, el tejido de las referencias que buscan en la literatura, la capacidad de entender: es  el juego, provisto por una cultura  que hace de su referencialidad literaria, un eje, un hilo de Ariadna, que  guía al secreto que la protagonista desea confiarnos a ti, a mí, al lector. Un secreto de pocas palabras, de unas cuantas letras. La historia de su posibilidad de amor. He aquí lo que finalmente enlaza al personaje  y su narrador,  en un tercer ojo, que  a veces mira, lee y escribe con ecos de Margarite Duras.  Como un personaje de ésta, ELLA personaje, prueba amar, tal como ELLA otra repite lo que  Margarite: "Escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si uno escribiera".  Tal vez haya  algo de la Enfermedad de la muerte en la sangre cautiva.  Tal vez en su  despaciosa, minuciosa  escritura –  más cercana a un guión de Nouvelle vage  que  a las virtudes dudosas del sicologismo- hay una microfísica de las relaciones humanas,  entrevistas desde la imposibilidad. Un tejido que  tiene en el tiempo su principal sustrato. Y toda la  urdiembre.  Como piedras miliares o tótems se yerguen las marcas. Capítulos, muescas que arman el cuerpo arborescente  de este libro; incisiones,  que arrojan  su arte en una  palabra,  capaz de entregarnos, no una guía, no una aclaración, no un anticipo ni una propedeútica,  sino más bien  el chispazo de una impresión vital.   Leo títulos, en el índice: Heraldos, Bárbaros,  Disco,  Árbol,  Volcán, Memoria.
¿Que esconden estos nombres? ¿Qué dicen  y explican? ¿Qué señalan?
Si la historia posible de toda novela puede ser signada por los títulos  de su  función capitular (marcas de escritura sobre el tiempo escrito  por el escritor), también es posible  hacer su  adivinanza y acaso su enigma, a partir  de éstos. Y así, como chispas, llamas,  el brillo del sol entre la espesura, broten las palabras.

 Palabra de Ingrid. Para conocerla, tienes que leer. Fin.

  Alexis Figueroa Racena

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